En esta parte del mundo oriental se celebraron siete concilios ecuménicos, que ortodoxos y católicos reconocen como autorizados para la fe y la disciplina de la Iglesia. Constituyen piedras angulares permanentes y guías en el camino hacia la unidad plena.
«¡Qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos juntos!» (Salmo 133, 1)
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Timoteo y Tito, dos de los colaboradores más estrechos de San Pablo. Benedicto XVI (XII.2006) recordó que Timoteo, "pastor de gran relieve", fue el primer obispo de Efeso, mientras Tito, a quien Pablo definió su "verdadero hijo en la fe común", fue obispo de Creta.
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Las sandalias del Pescador
en la Casa de la Virgen María (Éfeso)
Diego Quiñones Estévez Profesor de Religión y Moral Católica
La Barca de Pedro, navega segura hacia Éfeso, ciudad de peregrinación para la gran unidad de Dios y de los hombres. Va y viene por mares, océanos y tierras que infalibles guían hacia la Verdad resucitada en Jerusalén, proclamada mártir en Roma y Constantinopla, y conocida más allá de Santiago de Compostela.
Desembarca, sin miedo, en otro puerto del mundo, después de tantas y tantas travesías de siglos y siglos que nunca han naufragado a la Barca de Pedro, siempre zarandeada por las tempestades de la Historia cuando los hombres se olvidan de Dios, y asesinan su imagen y semejanza, en los huracanes sanguinarios de las mentiras del poder.
Las sandalias del Pescador, pisan firmes la tierra de Turquía, y ya en Éfeso, suben por la Colina del Ruiseñor, con la fortaleza del Dios desconocido de Pablo de Tarso, y la luz perfecta del Verbo de Juan, el Águila de Patmos, hasta que, por fin, alcanza la acogida en Casa de la Virgen María, Casa de Amor de Madre, Casa de Oro eterno, Puerta del Cielo, entrada del alma en la gloria del Padre.
Por la Casa de Reconciliación de Nuestra Virgen Madre María, por la Casa cohabitada por judíos, musulmanes y cristianos, y todos los hijos de Dios, vuela el Espíritu Santo en la dulce paz donde fue la Dormición de la Madre de Dios, Madre del Profeta último y eterno: Cristo.
De Jerusalén a Éfeso, de Éfeso a Roma, la Iglesia Universal, acude con amor, a reunirse en la Casa de la Virgen, en la Colina del Ruiseñor divino, que se eleva sobre los mares y las tierras del orbe.
La Palabra del Santo Padre, llega al santuario donde aún pervive la esencia de la Resurrección, nacida virginal del seno de la Virgen, allá en Belén de Judea. El Santo Padre, cruza la puerta de la Casa de nuestra Santa Madre, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre del mundo, que acoge en la razón y la fe a judíos, musulmanes y cristianos, fe y razón, camino único de Reconciliación.
Visita de Benedicto XVI al santuario de la Casa de la Madre María (Éfeso).
2006-11-29-Éfeso-Turquía
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ÉFESO, miércoles 29 noviembre 2006- S.S. Benedicto XVI celebró este miércoles la eucaristía con parte de la pequeña comunidad católica de Turquía a unos cuatro kilómetros de Éfeso en la casa, en la que, según la tradición, vivió María. Numerosos autores cristianos de Oriente y Occidente, desde los primeros siglos, mencionaron la estancia del apóstol Juan, acompañado de la Virgen, en esta ciudad, en la que se encontraba la sede de la primera de las siete iglesias recordadas en el Apocalipsis.
¿Pero cómo se sabe que ésta era la casa de la Madre de Jesús? El descubrimiento tuvo lugar a finales del siglo XIX.
El 29 de julio de 1891 dos sacerdotes de la Congregación de la Misión (lazaristas) franceses, lo padres Henry Jung y Eugène Poulin, cediendo a las insistentes peticiones de sor Marie de Mandat-Grancey, la superiora de las Hijas de la Caridad, que trabajaban en el hospital francés de Esmirna (Izmir), salieron en busca de la casa de María, teniendo como brújula las visiones de la mística alemana Anna Katharina Emmerick (1774-1824).
La religiosa, beatificada por Juan Pablo II el 23 de octubre de 2004, desde su lecho, en un pueblo de Westfalia, en el que transcurrió los últimos doce años de su vida, había recibido las visiones de la vida de Jesús y de la Virgen, recogidas y publicadas después de su muerte por el literato alemán Clemens Brentano. Los dos sacerdotes, antiguos soldados del ejército francés, subieron el Bülbül Dag (que en turco quiere decir «la colina del ruiseñor»), que se eleva por encima de la llanura de Éfeso. Tras muchos esfuerzos y calor, junto a una fuente, encontraron las ruinas de una casa, que daba la impresión de haber sido utilizada como capilla, y que correspondía perfectamente a la descripción de Emmerick.
Era el «Panaya üç Kapoulou Monastiri», como lo llamaban los cristianos ortodoxos del lugar, es decir, el «Monasterio de las tres puertas de Panaya, la Toda Santa», a causa de los tres arcos de la fachada. Esos cristianos griegos, que hablaban turco, acudían al lugar en peregrinación en la octava de la fiesta de la dormición de María, el 15 de agosto.
Los sacerdotes hicieron una investigación entre los habitantes del lugar y pudieron confirmar la existencia de una secular devoción que reconocía en la capilla en ruinas el lugar de la última residencia terrena de «Meryem Anas», la Madre María. Estudios arqueológicos realizados entre 1898 y 1899 sacaron a la luz, entre las ruinas, los restos de una casa del siglo I, así como las ruinas de una pequeña población que se desarrolló alrededor de la casa a partir del siglo VII.
El Papa León XIII (1878-1903) se pronunció favorablemente sobre estos descubrimientos, y restableció en el Ordo Romanus una nota que con motivo de la fiesta de la Asunción mencionaba a Éfeso, como probable lugar de la dormición de la Virgen. El santuario «Meryem Ana» ante el que el Papa celebró la misa, al aire libre, fue restaurado en los años cincuenta del siglo pasado con piedras y material del lugar. En estos momentos la atención pastoral ha sido encomendada a los frailes capuchinos. La Casa de María fue visitada por Pablo VI en 1967 y por Juan Pablo II en 1979. Es meta de peregrinaciones de musulmanes, pues María es presentada en el Corán como «la única mujer que no ha sido tocada por el demonio». Zenit.ZS06112905
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“cum Petro et sub Petro” - En la Iglesia toda tarea es importante, cuando se coopera a la realización del reino de Dios. La barca de Pedro, para que pueda avanzar con seguridad, necesita numerosas tareas escondidas que, junto con otras más visibles, contribuyen al desarrollo regular de la navegación. Es indispensable no perder jamás de vista el objetivo común, es decir, la entrega a Cristo y a su obra de salvación.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia - Sermón 43, 5-5; CCL 41, 510-511
“No temas, desde ahora serás pescador de hombres” - ¡Qué grande es la bondad de Cristo! Pedro ha sido pescador, y ahora un orador merece un gran elogio si es capaz de comprender a este pescador. Ved por qué el apóstol Pablo dirigiéndose a los primeros cristianos, dice: “Hermanos, fijaos en vuestra asamblea, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios... Ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta” (1Co 1,26-28). Porque si Cristo hubiese escogido en primer lugar a un orador, el orador hubiera podido decir: “Me ha escogido por mi elocuencia”. Si hubiera escogido a un senador, el senador hubiera podido decir: “Me ha escogido a causa de mi rango”. Si, en fin, hubiera escogido a un emperador, el emperador hubiera podido decir: “Me ha escogido a causa de mi poder. Que se calle toda esa gente, que esperen un poco y estén tranquilos. No serán olvidados ni rechazados; que esperen un poco, porque podrían gloriarse de lo que son en sí mismos. “Dame, dice Cristo, este pescador, dame ese hombre simple y sin instrucción, dame ese hombre con el cual el senador no se digna hablar, ni tan sólo cuando le compra un pescado. Sí, dame ese hombre. Cuando lo habré llenado, se verá claramente que soy únicamente yo quien actúa. Ciertamente, llevaré a cabo mi obra en el senador, en el orador, en el emperador..., pero mi acción será más evidente en el pescador. El senador, el orador y el emperador pueden gloriarse de lo que ellos son: el pescador, únicamente de Cristo. Que el pescador venga a enseñarles la humildad que procura la salvación. Que el pescador pase primero.”
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Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI este miércoles 2006-11-29 al celebrar la eucaristía ante el santuario de Meryem Ana Evì (la casa de la Madre María) en Éfeso.
Queridos hermanos y hermanas: En esta celebración eucarística queremos alabar al Señor por la divina maternidad de María, misterio que aquí, en Éfeso, en el Concilio ecuménico del año 431, fue solemnemente confesado y proclamado. A este lugar, uno de los más queridos para la comunidad cristiana, vinieron en peregrinación mis venerados predecesores los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II, quien visitó este santuario el 30 de noviembre de 1979, poco después de un año del inicio de su pontificado.
Pero hay otro predecesor mío que estuvo en este país, no como Papa, sino como representante pontificio, desde enero de 1935 hasta diciembre de 1944, y cuyo recuerdo suscita todavía mucha devoción y simpatía: el beato Juan XXIII, Angelo Roncalli. Sentía una gran estima y admiración por el pueblo turco. En este sentido, me gusta recordar una expresión que se lee en su «Diario de un alma»: «Amo a los turcos, aprecio las cualidades naturales de este pueblo, que tiene un puesto preparado en el camino de la civilización» (n° 741).
Dejó, como don a la Iglesia y al mundo, una actitud espiritual de optimismo cristiano, fundamentado en una fe profunda y en una constante unión con Dios. Animado por este espíritu, me dirijo a esta nación y, de manera particular, al «pequeño rebaño» de Cristo, que vive en medio de ella, para alentarle y manifestarle el afecto de toda la Iglesia. Con gran afecto os saludo a todos vosotros, aquí presentes, fieles de Izmir, Mersin, Iskenderun y Antakia, y a otros venidos de diferentes partes del mundo, así como a los que no han podido participar en esta celebración, pero que están espiritualmente unidos a nosotros. Saludo en particular a monseñor Ruggero Franceschini, arzobispo de Izmir, a monseñor Giuseppe Bernardini, arzobispo emérito de Izmir, a monseñor Luigi Padovese, a los sacerdotes y religiosas. Gracias por vuestra presencia, por vuestro testimonio, por vuestro servicio a la Iglesia en esta tierra bendita, en la que, en sus orígenes, la comunidad cristiana experimentó grandes desarrollos, como lo atestiguan también numerosos peregrinos que vienen a Turquía.
Madre de Dios – Madre de la Iglesia Hemos escuchado el pasaje del Evangelio de Juan que invita a contemplar el momento de la Redención, cuando María, unida al Hijo en el ofrecimiento del Sacrificio, extendió su maternidad a todos los hombres, en particular, a los discípulos de Jesús.
Testigo privilegiado de ese acontecimiento fue el mismo autor del cuarto Evangelio, Juan, el único de los apóstoles que permaneció en el Gólgota, junto a la Madre de Jesús y a otras mujeres. La maternidad de María, comenzada con el «fiat» de Nazaret, culmina bajo la Cruz. Si es verdad, como observa san Anselmo, que «desde el momento del “fiat” María comenzó a llevarnos a todos en su seno», la vocación y misión materna de la Virgen con respecto a los creyentes en Cristo comenzó efectivamente cuando Cristo le dijo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Juan 19, 26).
Viendo desde lo alto de la cruz a la Madre y a su lado al discípulo amado, Cristo al morir reconoció la primicia de la nueva Familia que vino a formar en el mundo, el germen de la Iglesia y de la nueva humanidad. Por este motivo, se dirigió a María llamándola «mujer» y no «madre»; término que sin embargo utilizó al confiarla al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (Juan 19, 27).
El Hijo de Dios cumplió de este modo con su misión: nacido de la Virgen para compartir en todo, salvo en el pecado, nuestra condición humana, en el momento del regreso al Padre dejó en el mundo el sacramento de la unidad del género humano (Cf. constitución «Lumen gentium», 1): la Familia «congregada por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (San Cipriano, «De Orat. Dom». 23: PL 4, 536), cuyo núcleo primordial es precisamente este vínculo nuevo entre la Madre y el discípulo. De este modo, quedan unidas de manera indisoluble la maternidad divina y la maternidad eclesial.
Madre de Dios – Madre de la unidad La primera lectura nos ha presentado lo que se puede definir como el «evangelio» del apóstol de las gentes: todos, incluso los paganos, están llamados en Cristo a participar plenamente en el misterio de la salvación. Enparticular, el texto utiliza la expresión que he escogido como lema para mi viaje apostólico: «Él, Cristo, es nuestra paz» (Efesios 2, 14).
Inspirado por el Espíritu Santo, Pablo no sólo afirma que Jesucristo nos ha traído la paz, sino además que él «es» nuestra paz. Y justifica esta afirmación refiriéndose al misterio de la Cruz: derramando «su sangre», dice, ofreciendo como sacrificio «su carne», Jesús destruyó la enemistad «para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo» (Efesios 2, 14-16).
El apóstol explica de qué forma, realmente imprevisible, la paz mesiánica se realiza en la persona de Cristo y en su misterio salvífico. Lo explica escribiendo, mientras se encuentra prisionero, a la comunidad cristiana que vivía aquí, en Éfeso: «a los santos y fieles en Cristo Jesús» (Efesios 1, 1), como afirma al inicio de la carta. El apóstol les desea «gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo» (Efesios 1, 2).
«Gracia» es la fuerza que transforma al hombre y al mundo; «paz» es el fruto maduro de esta transformación. Cristo es la gracia, Cristo es la paz. Pablo es consciente de ser enviado a anunciar un «misterio», es decir, un designio divino que sólo se ha realizado y revelado en la plenitud de los tiempos en Cristo: es decir, «que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio» (Efesios 3, 6).
Este «misterio» se realiza, a nivel histórico-salvífico, «en la Iglesia», ese nuevo Pueblo en el que, destruido el viejo muro de separación, se vuelven a encontrar en unidad judíos y paganos. Como Cristo, la Iglesia no es sólo un «instrumento» de la unidad, sino que es también un «signo eficaz». Y la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia es la «Madre» de ese «misterio de unidad» que Cristo y la Iglesia representan inseparablemente y que edifican en el mundo y a través dela historia.
Imploremos paz para Jerusalén y para todo el mundo El apóstol de las gentes explica que Cristo es quien «de los dos pueblos hizo uno» (Efesios 2, 14): esta afirmación se refiere propiamente a la relación entre judíos y gentiles de cara al misterio de la salvación eterna; afirmación, sin embargo, que puede ampliarse analógicamente a las relaciones entre los pueblos y las civilizaciones presentes en el mundo. Cristo «vino a anunciar la paz» (Efesios 2, 17), no sólo entre judíos y no judíos, sino también entre todas las naciones, porque todas proceden del mismo Dios, único Creador y Señor del universo.
Apoyados por la Palabra de Dios, desde aquí, desde Éfeso, ciudad bendecida por la presencia de María santísima --que, como sabemos, es amada y venerada también por los musulmanes--, elevamos al Señor una oración especial por la paz entre los pueblos.
Desde esta extremidad de la península de Anatolia, puente natural entre continentes, invocamos paz y reconciliación ante todo para quienes viven en la Tierra que llamamos “santa”, y que así es considerada por cristianos, judíos y musulmanes: es la tierra de Abraham, de Isaac y de Jacob, destinada a albergar un pueblo que fuera bendición para todas las gentes (Cf. Génesis 12, 1-3).
¡Paz para toda la humanidad! Que pronto se realice la profecía de Isaías: «Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra» (2, 4).
Todos necesitamos esta paz universal; la Iglesia está llamada a ser no sólo su anunciadora profética, sino más aún su «signo e instrumento». Desde esta perspectiva universal de pacificación, se hace mas profundo e intenso el anhelo hacia la plena comunión y concordia entre todos los cristianos. En la celebración de hoy, están presentes los fieles católicos de varios ritos, y esto es motivo de alegría y alabanza a Dios. Estos ritos son expresión de esa admirable variedad con la que está decorada la Esposa de Cristo, a condición de que sepan converger en la unidad y en el testimonio común. Para alcanzar este objetivo tiene que ser ejemplar la unidad entre los ordinarios de la Conferencia Episcopal, en la comunión y compartiendo los esfuerzos pastorales.
«Magnificat» La liturgia de hoy nos ha hecho repetir, como un estribillo del salmo responsorial, el cántico de alabanza que la Virgen de Nazaret proclamó en el encuentro con su anciana pariente Isabel (Cf. Lucas 1, 39). También han sido motivo de consolación las palabras del salmista: «Amor y verdad se han dado cita, justicia y paz se abrazan» (Salmo 84, v. 11).
Queridos hermanos y hermanas: con esta visita he querido manifestar no sólo mi amor y cercanía espiritual, sino también los de la Iglesia universal a la comunidad cristiana que aquí, en Turquía, es verdaderamente una pequeña minoría y afronta cada día no pocos desafíos y dificultades.
Con firme confianza cantemos, junto a María, el «magnificat» de la alabanza y de la acción de gracias a Dios, que mira la humildad de su sierva (Cf. Lucas 1, 47-48). Cantémoslo con alegría incluso cuando sufrimos dificultades y peligros, como lo atestigua el bello testimonio del sacerdote romano, el padre Andrea Santoro, a quien quiero recordar también en nuestra celebración.
María nos enseña que Cristo es la única fuente de nuestra alegría y nuestro único apoyo firme, y nos repite las palabras: «No tengáis miedo» (Marcos 6, 50), «Yo estoy con vosotros» (Mateo 28, 20). Y tú, Madre de la Iglesia, ¡acompaña siempre nuestro camino! ¡Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros! «Aziz Meryem Mesih’in Annesi bizim için Dua et». Amén. [Traducción del original italiano realizada por Zenit © Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
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Cada ‘Ave María’ es una rosa a María
Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense 4º sermón para la Asunción
«Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa» - Cuando Jesús se puso a recorrer pueblos y ciudades para anunciar la Buena Nueva (Mt 9,35), María le acompañó, inseparablemente unida a sus pasos, pendiente de sus labios desde que abría la boca para enseñar. Hasta tal punto que ni la tempestad de la persecución ni el horror del suplicio no consiguieron que dejara de acompañar a su Hijo, ni la enseñanza de su Maestro. «Junto a la cruz de Jesús, estaba María, su madre». Verdaderamente es madre la que no abandonó a su hijo ni tan sólo en los terrores de la muerte. ¿Cómo podía horrorizarse por la muerte, ella cuyo «amor era fuerte como la muerte» (Ct 8,6) e incluso más fuerte que la muerte? Sí, se mantenía de pie junto a la cruz de Jesús y el dolor de esta cruz le crucificaba su corazón; todas las llagas que veía herían al cuerpo de su Hijo eran otras tantas espadas que le laceraban su alma (Lc 2,35). Es justo pues, que allí fuera proclamada Madre y que un protector bien escogido fuera designado para cuidar de ella, porque es ahí, sobre todo, que se manifiesta el amor perfecto de la madre con respecto al Hijo y la verdadera humanidad que el Hijo había recibido de su madre... Jesús «habiéndola amado, la amó hasta el fin» (Jn 13,1). No tan solo ha sido para ella el fin de su vida sino sus últimas palabras: por así decir, acabando de dictar su testamento, Jesús confió el cuidado de su madre a su más querido heredero... Pedro, por su parte, recibió la Iglesia, y Juan, a María. Esta parte le era concedida a Juan como un signo del amor privilegiado del que fue objeto, pero también a causa de su castidad... Porque convenía que nadie más sino el discípulo amado de su Hijo, prestara este servicio a la madre del Señor... Y por esta disposición providencial, el futuro evangelista pudo conversar familiarmente de todo con aquella que lo sabía todo, ella que, desde el principio, había observado atentamente todo lo referente a su Hijo, y que «conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).
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Mayo, mes de la Virgen
Aquí vivió la Madre de Dios
El escritor y periodista converso italiano Vittorio Messori, en Hipótesis sobre María (ed. LibrosLibres), acerca a sus lectores a la casita de Éfeso, en la actual Turquía, donde la Virgen, según la tradición, pasó sus útimos años con san Juan.
Poco antes del año 2000, un periódico preguntó cuál era «el personaje más importante de los siglos que estaban a punto de acabar». Hay una historia paralela que, como creyentes, estamos llamados a barruntar e interpretar. De esta historia, María es protagonista; y de forma especialmente adecuada, puesto que su estilo es el de la penumbra discreta. Con sus apariciones -y no sólo con su contenido verbal, que no es más que Evangelio confirmado, sino también con la elección de sus intermediarios humanos-, nos recuerda de vez en cuando cuál es la única historia importante a los ojos de Dios. La Sierva de Dios Catherina Emmerick (1774-1824) dice: «Tras la ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, María vivió tres años en Jerusalén, tres en Betania, y finalmente, nueve en Éfeso. No en la ciudad: su casa estaba situada a tres leguas y media de allí, en una montaña que se ve a la izquierda, viniendo de Jerusalén, y que desciende con leve pendencia hacia la ciudad. Desde ella se ve Éfeso por un lado, y el mar por el otro». Éfeso, de ser una ciudad de entre las más importantes del mundo antiguo, había quedado reducida a un cúmulo de ruinas semisepultadas. Subiendo al monte a tres leguas y media de la ciudad, como decía Emmerick, el sacerdote francés Gouyet no sólo encontró el sitio totalmente coincidente, sino que identificó también una casa antigua y aislada, rodeada todavía de la veneración de los cristianos del lugar, que sobrevivieron, y también de los musulmanes. Años más tarde, en 1951, se escribió un informe tras la conclusión de nuevas excavaciones, por el arzobispo de Amirne, la turca Izmir, en cuyo territorio está Éfeso. El arzobispo escribe: «En 1891, el superior de los Lazaristas franceses en Turquía, después de haber leído con sus hermanos la Vida de la Santa Virgenatribuida a Emmerick, movido por el escepticismo decidió comprobar los lugares para desmentir ese relato. Tras algunos días de búsqueda fatigosa en las montañas de Éfeso, gracias a las indicaciones de los campesinos del lugar, se tuvo la sorpresa de descubrir un lugar y una casa en ruinas. Los lugareños llamaban a aquel lugar Capilla de la Toda Pura, María, o Casa de nuestra Madre María. Las excavaciones sucesivas demostrarían que el edificio derruido que se veía era la transformación en capilla de una casa de piedra, ciertamente de la época romana. Fue especialmente emocionante el descubrimiento del fogón que se encontraba entre las dos habitaciones, exactamente en el centro. Se encontró bajo el altar que, no casualmente, había sido precisamente allí, donde ardía el fuego que había calentado a la Madre de Cristo.
Aquel prelado, monseñor Andrea Policarpo Timón, después de enumerar lo que se había descubierto, concluía así su documento: «Sabiendo que las tradiciones locales, también última y especialmente consultadas con este propósito, afirman del modo más claro que la Santa Virgen habitó en Panaya Kapuli, donde moriría y tendría su tumba; dicho y considerado todo esto, nos inclinamos fuertemente a creer que estas ruinas son verdaderamente los restos de la casa habitada por la Santa Virgen». Queda el problema de la tradición, igualmente antigua, y de alguna forma oficial, al ser atestiguada por una imponente tradición litúrgica, del lugar de la Dormitio venerado en Jerusalén, en el valle del Getsemaní. Las excavaciones realizadas aquí en 1972 han confirmado, como dice la síntesis de un arqueólogo, que el «actual tabernáculo de la llamada tumba de María da testimonio de la existencia de un centro de culto judeo-cristiano, que se remontaría seguramente a la época pre-nicena, de carácter mariano, relacionado con la memoria del final de la vida terrena de la Madre de Jesús». Pero hay que señalar que la tradición (también los textos, por ejemplo de Tertuliano) fija en Éfeso los últimos años y la muerte de Juan, a quien María fue confiada. Además, el mismo mensaje que los Padres del Concilio de Éfeso enviaron al pueblo cristiano cita la estancia de los dos en aquella ciudad. Vittorio Messori - 2008
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Insignes santos y pastores velaron por la Sede de Constantinopla, entre los que se encuentran san Gregorio de Nazianzo y san Juan Crisóstomo, venerados también por Occidente como doctores de la Iglesia. Sus reliquias descansan en la Basílica de San Pedro en el Vaticano y una parte de ellas le fueron donadas a Su Santidad*, como signo de comunión, por el difunto Papa Juan Pablo II para que fueran veneradas en esta catedral. Verdaderamente son dignos intercesores nuestros ante el Señor. S.S. Benedicto PP XVI. [*al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, en la oración que elevaron en la iglesia patriarcal de San Jorge en el Fanar (Estambul)2006-11-29].
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La Virgen y San Juan en su viaje a Éfeso después de la muerte del Redentor
XIX y XX. Simbolismo - Autor: Germán Hernández Amores
Carta de San Pablo a los Efesios 2,19-22. – Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.
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Los escritores de Alejandría y Egipto: Arrio, Alejandro de Alejandría, Atanasio, Serapión de de Thmuis, Dídimo el Ciego, Teófilo de Alejandría, Sinesio de Cirene, Nonno de Panópolis, Cirilo de Alejandría, Apéndice: Dos papiros litúrgicos de Egipto
Los fundadores del monaquismo egipcio: San Antonio, Ammonas, Pacomio, Orsiesio, Teodoro, Macario, el Egipcio, Macario el Alejandrino, Evagrio Póntico, Paladio, Isidoro de Pelusio, Shenute de Atripe, Los «Apophthegona Patrum»
Los escritores de Asia Menor : Eusebio de Nicomedia, Teognites de Nicea, Asterio el Sofista, Marcelo de Ancira, Busilio de Ancira, Los Padres Capadocios, Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzao, Gregorio de Nisa, Anfiloquio de Iconio, Asterio de Amasea.
Los escritores de Antioquía y Siria: Eustacio de Antioquía, Aecio de Antioquía, Eunomio de Cícico, Eusebio de Cesarea, Acacio de Cesarea, Gelasio de Cesarea, Euzoio de Cesarea, Eusebio de Emesa, Nemesio de Emesa, Cristianismo y maniqueísmo, Hegemonio, Tito de Bostra, Cirilo de Jerusalén, Apolinar de Laodicea, Epifanio de Salamis, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Policronio de Apamea, San Juan Crisóstomo, Acacio de Berea, Antíoco de Ptolemaida, Severiano de Gábala, Macario de Magnesia, Hesiquio de Jerusalén, Nilo de Ancira, Marco el Ermitaño, Diadoco de Fótice, Nestorio, Euterio de Tiana, Proclo de Constantinopla, Genadio de Constantinopla, Basilio de Seleucia Historiadores eclesiásticos de Constantinopla, Felipe de Sido, Filostorgio, Sócrates, Sozomeno, Teodoreto de Ciro.
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Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza,
2 a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
3 Al partir yo para Macedonia te rogué que permanecieras en Efeso para que mandaras a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas,
4 ni dedicasen su atención a fábulas y genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe.
5 El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera.
6 Algunos, desviados de esta línea de conducta, han venido a caer en una vana palabrería;
7 pretenden ser maestros de la Ley sin entender lo que dicen ni lo que tan rotundamente afirman.
8 Sí, ya sabemos que la Ley es buena, con tal que se la tome como ley,
9 teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y matricidas, para los asesinos,
10 adúlteros, homosexuales, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina,
11 según el Evangelio de la gloria de Dios bienaventurado, que se me ha confiado.
12 Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio,
13 a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad.
14 Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús.
15 Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.
16 Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna.
17 Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
18 Esta es la recomendación, hijo mío Timoteo, que yo te hago, de acuerdo con las profecías pronunciadas sobre ti anteriormente. Combate, penetrado de ellas, el buen combate,
19 conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe;
20 entre éstos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendiesen a no blasfemar.
I –TIMOTEO. BIBLIA
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REFERENCIAS MARIANAS EN TEXTOS ANTIQUÍSIMOS
Asunción de María...
*Gregorio de Tours, Libros de Milagros 1:4,8-9. J2288
María, Dormición...
Germain I de Constantinopla, Sermones Pg 98,357. J2336c Damasceno, Homilías 10:8. J2389-2390
Genealogía de María...
Ignacio, Carta a los Efesios 18:2. J42 Teodoro de Mopsuestia, Contra Apollinaris 3. J1113d
María Madre de DIOS...
Ireneo, Contra Herejías 5:19:1. J256a Efrain, Cantos de Alabanzas 1:20. J711 Atanasio, Encarnación de la Palabra de DIOS 8:. J788 Gregorio Nacianceno, Cartas 101. J1017 Gregorio de Nisa, Virginidad 14:13. J1020a Epifanio de Salamis, Hombre Bien Anclado 75. J1086 Teodoro de Mopsuestia, La Encarnación 15. J1113b Cassian, La Encarnación de Cristo 2:2. J2054 Cirilo de Alejandría, Carta a los Monjes 1+. J2058,2060,2064 *Cirilo de Alejandría, Scholia sobre la Encarnación 26. J2125
María, La Nueva Eva...
Ireneo, Contra Herejías 3:22:4. J224 Tertuliano, La Carne de Cristo 16:5. J358
Virginidad Perpetua de María...
Ignacio, Carta a los Efesios 18:2. J42 Justino Mártir, Primera Apología 33. J122a Didymus el Ciego, La Trinidad 3:4. J1073 *Epifanio de Salamis,Contra Todas las Herejías 78:6. J1111 Jerónimo, Carta a Pammachius 48:21+. J1350, J1361 Agustín, Carta a Volusian 137:2:8. J1430 Agustín, Sermones 186:1. J1518 Cirilo de Alejandría, Virgen Sagrada 4. J2133 *Pedro Crisólogo, Sermones 117. J2177 *Leo I, Carta a Flavian 28:2. J2182 *Damasceno, Fuente de Conocimiento 3:4:14+. J2372, J2383
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Insignes santos y pastores velaron por la Sede de Constantinopla, entre los que se encuentran san Gregorio de Nazianzo y san Juan Crisóstomo, venerados también por Occidente como doctores de la Iglesia. Sus reliquias descansan en la Basílica de San Pedro en el Vaticano y una parte de ellas le fueron donadas a Su Santidad*, como signo de comunión, por el difunto Papa Juan Pablo II para que fueran veneradas en esta catedral. Verdaderamente son dignos intercesores nuestros ante el Señor. S.S. Benedicto PP XVI. [*al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, en la oración que elevaron en la iglesia patriarcal de San Jorge en el Fanar (Estambul) Turquía-2006-11-29].
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No prevalecerán – lo anunció Jesucristo - ‘Ningún poder, terreno o espiritual, podrá apagar la luz de la palabra de Dios ni destruir la Iglesia de los mártires y de los santos. Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo’.
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La era de la Iglesia empezó con la « venida », es decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén junto con María, la Madre del Señor. Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu (S. Ambrosio, Myst. 7,42).
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«Obras todas del Señor, bendecid al Señor» «Y vio Dios que era bueno».
Drogas y alcohol - la verdadera ecología, al reconocer el poder creador de Dios, jamás debe endiosar a la naturaleza, hacer de ella una nueva y falsa religión. Debemos amar, cuidar, respetar y proteger la creación, pero jamás divinizarla.
Un buen ecologista por coherencia, jamás puede hacer uso de estupefacientes y sustancias narcóticas. « Abortus necnon infanticidium nefanda sunt crimina ».
¡Muchas gracias por vuestra visita!
La Iglesia testimonia el Evangelio por los caminos del mundo, ¡por eso es católica!; desde que Cristo la fundara, hace dos milenios. ¡Y nadie puede contra ella!
“El que a vosotros escucha, a mí me escucha” (Lc 16,10).
Si la presencia de Cristo es la que hace sentirse de veras en casa, es precisamente porque impulsa la libertad del cristiano más allá de los muros de la casa, pues es consciente de que el horizonte de su casa es el mundo.
καθολικος [kazolikós (pronunciando th como en inglés, o como la z española), que significauniversal].
En los tres primeros siglos de la Iglesia, los cristianos decían "cristiano es mi nombre, católico mi sobrenombre". Posteriormente se usó el término "Católica", para distinguirse de quienes se hacían llamar cristianos, pero habían caído en herejías.
Compendio del Catecismo de la Iglesia católica: ¿por qué no lo sabemos? La fe de los sencillos - Una síntesis fiel y segura del Catecismo de la Iglesia católica. Contiene, de modo conciso, todos los elementos esenciales y fundamentales de la fe de la Iglesia. 2005.¡No falte en el bolsillo de cada cristiano para aprenderlo!
Creer, celebrar, vivir y orar, esta y no más es la fe cristiana desde hace 2000 años, enseñada por la Iglesia Católica sin error porque Cristo la ilumina y sólo Él la guía.
Recomendamos vivamente:
1º Título: ´Los orígenes históricos del Cristianismo´, de José Miguel García
Fuentes paganas, judías y una posible versión aramea anterior a los evangelios que conocemos refuerzan la historicidad de Jesús.
El cristianismo parte de un hecho: Dios se ha hecho hombre. Se puede decir de muchas maneras pero el núcleo irrenunciable lo constituye el misterio de la Encarnación. Alguien quepaseaba por Palestina, hacía milagros, hablaba de con autoridad y acabó muriendo y resucitando, no sólo era verdaderamente hombre sino también verdadero Dios. Frente a esa verdad, desde el mundo cristiano, que es la única religión que genera anticuerpos, se han alado voces discrepantes. Algunas se apoyaban en el racionalismo, que es un abandono de la racionalidad por exceso, y otros en el prejuicio. De hecho las posturas no son tan fácilmente disociables. Así, se negaba la historicidad de los Evangelios simplemente porque narraban milagros y alguien había decidido que éstos no cabían en el mundo. Un personaje central e influyente ha sido Bultmann, de nombre Rudolf. José Miguel García, en la escuela de Mariano Herranz, muestra en este trabajo como no se puede renunciar a la certeza sobre la existencia histórica de Jesús. Para ello estudia los textos revelados, que son los más importantes, pero no deja de lado ni las fuentes paganas ni las judías que aluden también a Jesucristo. Pero, además, en la estela de su Maestro, emprende la difícil tarea de interpretar textos habitualmente empleados en contra de la divinidad de Jesús. Así, por ejemplo, explica el silencio que, en el evangelio de Marcos, Jesús impone sobre su divinidad. Lo hace partiendo de la hipótesis de que los textos griegos, que son los recibidos por la Iglesia, responden a traducciones de una versión aramea anterior. De esa manera muchos textos que son de difícil comprensión y que han conducido a los traductores a hacer verdaderos equilibrios, alcanzan una mejor explicación y resultan más coherentes con el conjunto de los evangelios. 2º Título: ‘Europa y la Fe’. Editor: Ciudadela Libros. Autor: Hilaire Belloc. Páginas: 237 - ISBN: 978-84-96836-23-5 -
En esta obra se trata con un realismo histórico apabullante el tema de Europa y su relación con la fe católica. No se debería desconocer este ensayo histórico admirable en que su autor explica cómo la Iglesia católica ayudó a salvar a Occidente, en las Edades oscuras, preservando lo mejor de la civilización griega y romana, y cómo los europeos, todavía hoy, nos beneficiamos de instituciones sociales y de forma políticas de indudable origen católico como los Parlamentos. Es muy posible que no se haya escrito una mejor visión de conjunto de la civilización occidental que este libro.
3º ‘Jesús de Nazaret’ – ‘Benedicto XVI’. 2007;al siglo: Joseph Cardenal Ratzinger
4º ‘El Libro negro de las nuevas persecuciones anticristianas’, Thomás Grimaux es el autor - Favre, 160 páginas. Valeurs Actuelles, 2008 -. Todo un acierto.
5º ‘LA LEYENDA NEGRA’, de PHILIP W. POWELL (1913-1987), publica la editorial Álteraen su colección ‘Los Grandes Engaños Históricos’. 2008 –
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Respuestas
No lo he podido leer todo..pero lo haré..Me gusta esto que dice de la Virgen Maria, Madre de Dios, el Papa Benedicto XVI en la Homilia que celebró en el Santuario de Meryem Ana Eví en el 2006:
" Madre de Dios – Madre de la unidad.
La primera lectura nos ha presentado lo que se puede definir como el «evangelio» del apóstol de las gentes: todos, incluso los paganos, están llamados en Cristo a participar plenamente en el misterio de la salvación.
.....los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio» (Efesios 3, 6).
Este «misterio» se realiza, a nivel histórico-salvífico, «en la Iglesia», ese nuevo Pueblo en el que, destruido el viejo muro de separación, se vuelven a encontrar en unidad judíos y paganos. Como Cristo, la Iglesia no es sólo un «instrumento» de la unidad, sino que es también un «signo eficaz». Y la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia es la «Madre» de ese «misterio de unidad» que Cristo y la Iglesia representan inseparablemente y que edifican en el mundo y a través dela historia.
Apoyados por la Palabra de Dios, desde aquí, desde Éfeso, ciudad bendecida por la presencia de María santísima --que, como sabemos, es amada y venerada también por los musulmanes--, elevamos al Señor una oración especial por la paz entre los pueblos."
Gracias Fey.