Condiciones para seguir a Jesús

 

 

Condiciones para seguir a Jesús

 


23Y les decía a todos: "Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga". 24Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará. 25Porque ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero si se destruye a sí mismo o se pierde? 26Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y en la de los santos ángeles. 27Os aseguro de verdad que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios. Lucas (9, 23-27).

9,23   Si alguno quiere venir detrás de mí


Cristo vino y enderezó al género humano, que antes se encontraba torcido, a fin de que no vacilara ya nunca más. Su cruz es para el género humano como una columna sobre la cual se construyó su templo. Y estoy refiriéndome a la cruz, no en cuanto al leño en sí, sino en cuanto a la pasión... ¿Qué dice el Señor en el Evangelio? "Si no tomáis mi cruz y me seguís día tras día..." Reparad en lo que dice: si vuestra alma no está preparada para la cruz como lo estuvo la mía por vosotros, no podréis ser discípulos míos. Jerónimo, Tratado sobre los Salmos, 95.


9, 24-25   El que quiera salvar su vida la perderá


Las pruebas dan gozo a los santos. ¿Qué temor puede existir para los santos, si lo que algunos piensan que es cruel, más bien alegra a los que padecen? Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas, 50.


9,26   Quien se avergüence de mí y de mis palabras


Recompensa y bendiciones para los que no se avergüenzen. Aunque haya personas a quienes el juez les ruboriza, también cuentan con el salario de la obediencia y los premios de la caridad... También hay quienes se ruborizan cuando se les dice que [Cristo] descenderá del cielo no en la pequeñez primera, ni en nuestra humildad, sino en la gloria del Padre, es decir, con aquella majestad, sublime y digna de Dios, con la que le rodean los ángeles. Por tanto, sería pésimo e inútil culparnos de pusilánimes y de cobardes cuando descienda el juez con todos sus coros angélicos rodeándole. En cambio, es algo grande y digno de todo bien, incluso que proporciona la perfecta felicidad, el alegrarse con las propias acciones ya realizadas y esperar la recompensa de los trabajos. De quienes se alegran así es de los que dice Cristo: "Venid, benditos de mi Padre, y poseed el reino preparado para vosotros desde la constitución del mundo". Poseeremos el reino por la gracia y bondad de Cristo, Salvador de todos nosotros. Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas, 50.


9,27   No sufrirán la muerte hasta que vean el Reino de Dios


Los que comen el pan del cielo. Por tanto, si no queremos temer la muerte, vivamos donde vive Cristo, para que diga también de nosotros: "En verdad, algunos de los que etán aquí no gustarán la muerte". No es suficiente con estar presente, hay que estar donde está Cristo; pues sólo quienes puedan estar con Cristo serán los que no gusten de la muerte. Por eso, atendiendo al sentido de su propia expresión, nos es lícito concluir que ninguno que haya merecido la unión con Cristo sentirá la menor sensación de muerte. En verdad, la muerte del cuerpo, a medida que se la va gustando, se le va sacando sabor, y la vida del alma, a base de poseerla, se va haciendo más profunda.
   Pero ¿qué quiere decir "gustar la muerte"? ¿La muerte será algo parecido a la vida, que es comparada al pan? Porque hay hombres que comen del "pan del dolor"; también existieron los pueblos etíopes, que recibieron como alimento un dragón. ¡Que Dios nos guarde de alimentarnos con el veneno del dragón!, ya que nosotros tenemos el pan verdadero, ese pan que bajó del cielo. Y precisamente el que cumple lo que está escrito es el que come de ese pan. Por tanto, hay quienes no gustarán la muerte hasta que hayan visto el Reino de Dios. Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7, 2-3.


La Biblia comentada
por los Padres de la Iglesia
Nuevo Testamento, Tomo 3,  p. 226-228
Director de la edición en castellano
Marcelo Merino Rodríguez

 


 

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