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Avivando una llama que no se puede dejar apagar
Se trata de la llama de la fe.
Hay muchos que soplan para apagarla.
Yo la intento avivar.
Es mucho más fácil lo primero que lo segundo. Pero lo segundo ha de triunfar sobre lo primero.
Es decir, que la fe no se va a extinguir. Los que sí pueden perderse son lo creyentes que no avivan su fe. Y para que, aun estos, la aviven estoy yo y mis hermanos sacerdotes, y muchos creyentes que mantienen viva la llama de su fe.
Merece la pena el esfuerzo, no para salvar a Dios, que no lo necesita, sino para salvar a muchos inútiles que se pierden por soplar en vez de por avivar la llamita peueña de su fe.
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