¿Qué presencia debe tener la religión en las aulas en una sociedad laica? ¿Qué función desempeñan los centros educativos confesionales? En esta serie de artículos, profesionales e intelectuales reflexionan y debaten sobre la vigencia del catolicismo en la sociedad racional.
Es un placer dialogar con dos personas que enmarcan sus reflexiones con nitidez, con la límpida sensatez que les confiere su currículum investigador sobre la educación o su especialización en políticas educativas y sociales.
Son Josep González-Agápito, catedrático de Teoría e Historia de la Educación de la Universitat de Barcelona (UB) y miembro del Institut d'Estudis Catalans, y Carles Armengol, maestro y educador social y pedagogo, secretario general adjunto de la Fundació Escola Cristiana de Catalunya. Les planteo cuestiones relacionadas con la educación, con la presencia de la religión en una sociedad laica, con el peso de la Iglesia católica y de las escuelas confesionales en el panorama educativo, con la consideración de la fe y de sus manifestaciones culturales en un mundo que se me antoja falto de referentes y que yo apunto como «líquido», es decir, sin la solidez de unos valores que hoy pueden parecer difusos.
Preocupaciones éticas
González-Agápito no está seguro de vivir en esta sociedad líquida. «Sin ir más lejos, las páginas de este periódico están llenas de las preocupaciones por la ética de la política y de los políticos, por el combate a favor del medioambiente o por la denuncia de las causas y los efectos de la crisis económica. Y aún concibo menos la posibilidad de que alguien pueda pretender educar desde una 'liquidez' de valores. Es, casi, una contradicción en los términos».
Carles Armengol se formula una serie de preguntas basadas en el fundamento de estos valores: «¿Por qué el valor de la vida es un valor? ¿Por qué es preciso respetar la dignidad humana? ¿Por qué es necesario aspirar a la libertad y la justicia? ¿Qué da valor a estos valores? Se trata de un debate profundo y problemático ante las nuevas formas de integrismo o totalitarismo que solo tiene dos respuestas: la laica, que implica consenso y razón a partir del diálogo; o la religiosa, que es una respuesta más fuerte, con raíces en el absoluto. La primera puede mostrarse débil ante el relativismo; la segunda nace de la fe y, por tanto, tiene un acceso más problemático. Esta respuesta religiosa es fundamentalmente cristiana: el Dios amor y su mandato de amor. El Dios que, como padre, convierte a todos los seres humanos en hermanos». González-Agápito discrepa al entender el cristianismo como una suerte de humanismo: «Evidentemente, el humanismo informa muchas otras opciones que conforman un humanismo cívico. Incluso puede decirse que la espiritualidad de hoy en día no es patrimonio exclusivo de la religión, con expresiones al estilo de la espiritualidad laica definida por el filósofo y exministro de Educación francés Luc Ferry».
¿Qué es 'sufrir un calvario'?
¿Saben los niños de hoy qué significa venderse por un plato de lentejas o sufrir un calvario? ¿Podrían descifrar las claves de la iconografía de la Capilla Sixtina? ¿Y las esculturas de Miguel Ángel? ¿A qué les suena la alianza del arca perdida de Indiana Jones?
«Desde una perspectiva estrictamente racional -responde Armengol-, excluir la religión es una amputación cultural que no está en absoluto justificada. Las religiones han generado cultura en un sentido mucho más profundo que el más evidente del calendario o de las costumbres y tradiciones. Es necesario que se trate culturalmente el hecho religioso con el máximo rigor y respeto por el pluralismo de la sociedad. Conviene superar en la escuela los esquematismos y las reducciones habituales».
Por su parte, el profesor González-Agápito entiende que «la reacción al nacionalcatolicismo franquista implicó, en las décadas siguientes, una respuesta reactiva contra toda expresión religiosa en la escuela. Pero el cristianismo, como el legado romano o la Ilustración, son imprescindibles para comprender lo que llamamos cultura europea. Sin un mínimo conocimiento de su presencia nos quedamos faltos de una herramienta que nos permita comprender nuestra sociedad y su cultura, la ética, el arte, la literatura, las simples frases hechas o el calendario festivo. No creo que hoy en día nadie dude de la necesidad de conocer el cristianismo como cultura. Y quiero añadir que la realidad de nuestra composición social demanda también un mínimo conocimiento de otras grandes tradiciones culturales».
Colegios religiosos
¿Y qué papel juegan las escuelas confesionales en el panorama educativo del país? Responde Armengol: «En un régimen de libertad de educación, y en un estado que garantiza el derecho de todos a la educación respetando este marco de libertad, las escuelas cristianas han de tener la presencia que las familias quieran. Mientras padres y madres demanden este tipo de escuela y mientras se mantenga el principio de apertura para todos, las escuelas cristianas contribuyen al servicio de interés público de la educación y merecen las mismas ayudas de la Administración que reciben las públicas».
González-Agápito considera que se trata de un debate pendiente de la sociedad y, en particular, de la comunidad educativa: «Y debe plantearse no solo para la escuela cristiana, sino para las escuelas religiosas en general. Hace años, el Consell Escolar de Catalunya inició un primer abordaje de la cuestión que ahora tendría que reemprenderse, a sabiendas de que el debate se ve interferido por las dificultades de encaje entre los dos modelos de escuela que creó la Constitución».
Fuente: Elperiódico.com
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