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Dejando al margen la polémica sobre si la clase de religión debe formar parte del currículo educativo en la escuela, y, respetando todas las opiniones contrarias como también desearíamos que se respetaran democráticamente las favorables, quisiéramos manifestar en este artículo nuestra indignación ante ciertas críticas desfavorables, no porque sean desfavorables a la clase de religión sino porque son descalificadoras de personas, profesores de religión en este caso, que tienen los mismos títulos universitarios como los demás, son tan pedagogos, tan profesionales, tan demócratas, tan progresistas, tan plurales, tan defensores de la libertad, tan respetuosos de las leyes y, sobre todo, de cada alumno: niños y niñas sin distinción para favorecerles la consecución de los objetivos educativos que son obligatorios para toda la comunidad docente sea cual sea su afinidad ideológica.

Existe en los centros escolares el profesorado de religión porque la mayoría de ciudadanos tienen sus creencias religiosas y la constitución españolas, como todas las europeas, les garantizan sus derechos para que libremente decidan incluir el conocimiento de la cultura y los valores religiosos en su formación académica. Así ya en España está regulada desde los primeros años de la democracia para católicos, evangélicos, musulmanes y judíos.

El profesorado de estas religiones no es un funcionario, como lo debe ser para las otras asignaturas, dado que debe respetarse la aconfesionalidad del estado. Sin embargo debe ser obligatoriamente un profesional universitario de la enseñanza propuesto por cada entidad religiosa. Así se garantiza, por una parte: el derecho de los ciudadanos a la pluralidad religiosa, y por otra: que el estado no se define por una religión propia para regular la vida de los ciudadanos, pero favorece su desarrollo según la normas democráticas y los acuerdos con cada confesión religiosa para servir a los ciudadanos.

Por eso el profesorado de religión es un contratado laboral y no tiene plaza fija porque no es un funcionario del estado pero sí favorece y cumple las leyes que garantizan los derechos de los ciudadanos. Los estados democráticos no tienen ninguna religión oficial como propia, pero los ciudadanos sí son religiosos y tienen derechos constitucionales para que se desarrollen tanto privada como públicamente  Estas son reglas democráticas tan elementales como lo son todas las demás que defienden otros derechos.

Ante la polémica actual de que si el profesorado de religión en los centros escolares puedan o no ejercer como tutores, serán las leyes jurídicas laborales quien así lo promulguen. Actualmente este profesorado está considerado con la categoría de contratado laboral como cualquier profesional interino, con los mismos derechos y deberes que tiene este profesorado de otras asignaturas.  Por tanto, si surge el caso, el profesorado de religión puede realizar funciones de tutorías con las mismas responsabilidades, garantía y solvencia pedagógica que el resto del profesorado. Otra cosa es quitar  horas de carga docente de religión y completarlas con horas de tutoría. Eso sí que es discutible.

Sin embargo, hay quién se alarma, como recientemente publicó el periódico Extremadura el jueves 19 de julio, escrito por Raúl Fernández del sindicato PIDE, que ve en el profesorado de religión al causante de todos los males pedagógicos, y, como si el excluirlo del entorno escolar fuese el remedio a los retrasos sociales. Así lo expresa al preguntarse textualmente “¿qué ocurriría cuando un docente religioso  tenga que atender a tutorías a un niño que sufre bullyng por ser afeminado o a una niña trans, o a una adolescente embarazada…?”

Sigue el autor del artículo preguntándose: ¿Qué información dará sobre planificación familiar, anticonceptivos, qué mediación hará entre el tutor con la familia, cómo comprenderá a quien es diferente, cómo atenderá y comprenderá el sufrimiento del que sufre porque es diferente?

Según dicho escrito, la ayuda no podrá venir del profesorado de religión, más bien todo lo contrario, pues así lo manifiesta cuando escribe que “la Religión condena al ostracismo”… porque “el profesorado de religión está en contra de estas realidades diferentes y minoritarias”.

Y, ante tanto daño, termina diciendo: “¿quién velará para defender al alumnado más desfavorecido por su condición de género, de identidad o de orientación sexual?”.

No vamos a entrar en juicios de valor, pero sí queremos defender de estas tremendas acusaciones al colectivo de profesores de religión, sean tutores o no tutores. Primero: no se obliga a nadie a elegir religión ni a los que se apuntan a clase a practicarla. Las clases de las religiones (católica, evangélica, judía, musulmana) en la escuela están abiertas a creyentes y no creyentes pues se oferta como asignatura académica para que el alumnado recoja datos para interpretar la cultura de su entorno, para adquirir herramientas que ofrecen diferentes sentidos de la vida ante temas existenciales, para dar respuesta a grandes interrogantes que necesitan pluralidad de puntos de vista para ser entendidos; incluso se oferta para aprender a ser críticos cuando las personas utilizan las religiones para otros fines no humanizadores.

Estamos convencido de que el profesorado de religión está capacitado para ejercer la responsabilidad de tutor en igualdad de condiciones a cualquier otro profesional de la docencia. Excluirlo de esta función educativa por el hecho de impartir una materia religiosa o por no ser funcionario del estado, me parece discriminarlo como “apestado” y excluirlo por consideraciones totalitarias que están más en la mente de los que apartan y segregan a los demás ciudadanos,  por ignorancia jurídica o por los “típicos tópicos” de siempre hacia todo lo que supone la religión.

Desde la religión católica podemos asegurar que estamos formados para dar dignidad a todas las personas por encima de todo, sin mirar sexo, ni raza, ni situaciones vitales, ni condicionantes, ni si es creyente o no lo es, o si practica el culto o está en contra de todo, sin prejuicios, y totalmente gratis.

Hay datos de sobra, personas e identidades religiosas que  ante la diversidad de situaciones de varones, mujeres, drogadictos, enfermos, inmigrantes, refugiados, trans, abortistas, separados, ancianos, vagabundos, transeúntes, familias desestructuradas, paro, desarraigo… intentamos dar las ayudas y orientaciones que están a nuestro alcance, sin esconder nada, sin forzar a nada, sin condicionantes de nada… se trata de respetar a cada persona y ofrecerle la pluralidad de opciones para que libremente decida su vida como quiera, con la moral que quiera, con las ideas que quiera. Y si eso lo hacemos en el día a día hasta en las parroquias y centros de identidad religiosa, ¿cómo no vamos a mantener los mismos criterios de respeto y dignidad a niños y niñas que están forjando su vida para que sean ciudadanos más responsables y más libres en su decisiones de cada día?

En la clase de religión no se aprueba o se suspende por las vivencias de la fe sino por los conocimientos culturales. Su objetivo no es evaluar las actividades para ser creyentes o cómo viven con su código moral religioso. Todo eso trasciende la clase lo mismo que en la asignatura de música a nadie se le pide si va al conservatorio, o en educación física si ha ganado algún campeonato. Cada cual decidirá libremente la vivencia de la religión o de la música o el deporte profesional porque lo ha conocido donde sea, o porque le ayuda a ser feliz y a construir un mundo de personas que promueven y respetan la dignidad de cada persona.

Es verdad que en el campo religioso hay errores, como en todos los gremios, pero son más los aciertos y los logros sociales, incluida la defensa de los derechos de la infancia en el mundo subdesarrollado, provenientes del contexto religioso pero eso no es noticiable.

Volviendo al asunto de las tutorías, Señor Raúl Fernández del sindicato PIDE, estamos totalmente de acuerdo con usted como dice en su escrito en que “las tutorías son un pilar fundamental para la educación de la convivencia democrática en la escuela y en la sociedad”… y “no meros instrumentos al servicio de intereses espurios que nada tienen que ver con el desarrollo pleno de la personalidad de nuestro alumnado”.

No dudo de que usted sea un magnífico docente y tutor, pero permítame que le diga que el profesorado de religión, si llegara el caso, también está capacitado para desarrollarla con la misma profesionalidad que usted y en total libertad, para que el alumnado, conociendo todas las opciones, aprenda a  tomar las decisiones correspondientes para su bien y para el bien común.  Esto será posible si crecemos en pluralidad democrática, es decir sin adoctrinamientos de ningún tipo, y para eso, son necesarias las tutorías educativas en libertad, para toda la comunidad docente.

Antonio Pariente Gutiérrez y Tino Escribano Ruiz

Delegación Episcopal de Enseñanza de Coria-Cáceres

Fuente: digitalextremadura.com

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