Ofrecer a las nuevas generaciones las “capacidades teóricas y prácticas para reflexionar sobre el propósito de la propia vida y de la existencia humana”. Ese es el objetivo que para Fernando Vidal, doctor en Sociología y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, debe tener la asignatura de Religión, tal y como ha defendido hoy, 2 de marzo, en la segunda sesión del foro promovido por la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española (CEE) sobre la reestructuración del currículo de esta asignatura.
“Diversidad y movilidad son dos de las notas de esta última época de Modernidad que vive no solo nuestra sociedad española y occidental, sino el conjunto de la Humanidad”, ha señalado Vidal. Y es que, en este contexto, “el patrón relacional se ha transformado adoptando en parte la forma de una red móvil global“, en la que “la movilidad no es solamente física, sino que se despliega en una movilización más amplia que levanta a los sujetos de sus raíces para ponerlo en interacción con el conjunto del mundo”.
En consecuencia, “el sujeto del siglo XXI tiene que gestionar su identidad, pertenencias y proyectos en un entorno cada vez más móvil en el que interactúa en entornos fluidos y masivamente plurales”. Es clave, por tanto, “la capacidad que tenga para comprender su propia cosmovisión, las tradiciones ajenas –incluidas las religiones- y usar las distintas fuentes de racionalidad”.
Lazos de unión
Por otra parte, Vidal ha apuntado que la creciente diversidad “apunta en la misma dirección, aumentada con la globalización y aceleración de las migraciones y los procesos multinacionales”. Por ello, “para avanzar en la modernidad del siglo XXI es precisa la coculturalidad para crear un proyecto compartido hecho en común por los diferentes lenguajes y universos culturales”. “Es precisa una profunda comprensión interna no solo de las otras cosmovisiones, sino de la propia”, ha subrayado.
Además, “no cabe meramente una participación funcional en las organizaciones”, sino que es necesario “acoger, reconocer e implicar los valores y creencias de las personas para conseguir su compromiso”. Sin embargo, Vidal ha advertido que “nuestra sociedad ha derivado en un modelo en el que se ha producido una extensa desinstitucionalización por la cual tanto los papeles sociales como muchas organizaciones han perdido capacidad para hacerse significativas en la vida de los sujetos”.
Ante todo ello, Vidal ha aseverado que “es necesario educar no solo para materias instrumentales y el conocimiento del medio y no solo a aprender a aprender, sino que hay que educar para dar medios de reflexividad profunda” a las personas. Y es que, el siglo XXI, “para poder seguir avanzando hacia la unidad, deberá resolver profundos desafíos que afectan al ser de las cosas”.
Sentido a la propia vida
“La gran desvinculación que ha sufrido el planeta durante las últimas décadas”, ha continuado, “no es meramente una pérdida de lazos comunitarios, sino una crisis antropológica de la persona, la relacionalidad y lo humano”, ante la cual “las religiones, espiritualidades y sabidurías aparecen como las mayores fuentes y experiencias de religación y alteridad radical, solidaridad intergeneracional o apertura y complejidad”. Por ello, “su enseñanza y su estudio nos prepara para un mundo más complejo, reflexivo, abierto y fraterno”.
En consecuencia a este contexto, Vidal considera que se pueden extraer cuatro propuestas esenciales. En primer lugar, que, si bien “las religiones son esencialmente perspectivas integrales y ecológicas sobre la relacionalidad o religación del ser humano con todo” y, en el caso del cristianismo, “el amor ocupa el centro del sentido de todo”, en un curriculum de enseñanza religiosa “debe estar presente de un modo radical la alteridad, el vínculo, la societalidad (la relación con la sociedad o el conjunto de la humanidad) y el amor”.
Por otra parte, Vidal ha defendido que “la espiritualidad es la relación inmediata con el conjunto de la realidad”, y “eso nos produce experiencias, percepciones y mociones que interpretamos gracias a los patrones culturales“. “El diálogo entre nuestra experiencia de realidad y los patrones culturales se produce gracias a la sabiduría”, ha continuado, por lo que “en un curriculum de enseñanza religiosa, debe estar presente la pluralidad epistemológica de racionalidades y las religiones tienen un papel clave”.
En tercer lugar, ha subrayado que “educar requiere dar capacidades no solo de aprendizaje, sino medios plurales de reflexión”. Por este motivo, “debemos educar para que las personas sean capaces de buscar y hallar el propósito de su vida“. Finalmente, Vidal ha señalado que, en un mundo en el que “el 84% de las personas se identifican con una religión”, el mapa “de espiritualidades y religiones se hace progresivamente más creativo y complejo”. Por ello, “vivir la diversidad requiere conocer internamente y con rigor el conjunto de las cosmovisiones y, obviamente, las religiones”.
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