Artículo de Opinión

La Religión tendría que ser la asignatura central de cualquier colegio, porque a través del conocimiento y del estudio de nuestra trascendencia llegamos a comprender todo lo demás. La obsesión laicista no tiene que ver con la libertad o la neutralidad, sino con el afán de sus apologetas por sustituir a Dios con una ética de bisutería que esclavice al Hombre en su mortalidad, le seque la esperanza y le vuelva manipulable y prescindible, un juguetito en manos de la ingeniería social. No es que ateos y laicos no crean en Dios; es que se excitan pensando que pueden jugar a ser el Creador.

Han sido múltiples y patéticos sus intentos de suplantación. ¿Qué es la Declaración de los Derechos Humanos sino la versión top manta de los Diez Mandamientos? Llevamos tanto tiempo viviendo de espaldas a la Cruz que nos hemos acabado conformando con cualquier simulacro.

Es fundamental que nuestros hijos entiendan la victoria de la Navidad, que buceen en los confines de su sentimiento de culpa y que aprendan a vivir sabiendo que todos los sentimientos están resumidos en el Calvario. Es lo que más nos define, en lo que mejor nos reconocemos. Las asignaturas específicas vendrán luego pero en cualquier caso, como la música de Bach, dependerá de su talento. El arte sagrado, en todas sus disciplinas, es el más valioso y emocionante.

La Religión tendría que ser la asignatura central de todos los colegios y que nuestros hijos crecieran de dentro para fuera, encontrando primero su sentido y luego su utilidad. Así, las vocaciones profesionales serían un compromiso con su misión vital y no este ir a la universidad, tan de nuestra época, para hacer ver que estudias cualquier cosa con el único objetivo de continuar viviendo de tus papás.

Todas las materias son importantes, pero saber a qué hemos venido al mundo todavía lo es más. Conozco a padres que creen que la educación sexual de su hija consiste en regalarle una caja de preservativos cuando tiene el primer novio más o menos formal. Picadillo del Señor, carne sobre carne amontonada por tu propio padre. Jesús te quiere más de lo que crees, pero es muy triste que necesitemos degradarnos tanto para comprender que, sin la tensión espiritual que nos completa, en nada nos diferenciamos de las bestias.

La Religión tendría que ser el cauce central de la formación de nuestros hijos. Es insufrible la relación tan chabacana que los niños tienen con su misterio y lo fácil que es jugar con sus sentimientos. Es dramático el poco respeto que tienen por sus padres, por sus maestros, por su propio cuerpo. Sin temor de Dios esto se ha ido volviendo un vertedero. Sin la intuición de lo sagrado, lo mismo da un after que una catedral.

Tal como el divorcio no es un derecho, sino un fracaso, y el aborto no es una libertad, sino una tragedia, un niño que crece diciendo que no cree en nada no es una opinión sino la metáfora del desgarro de la Humanidad.

Salvador SostresSalvador SostresArticulista de OpiniónFuente: abc.es
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