Las asignaturas sobre religión pueden fomentar el entendimiento intercultural, el pensamiento crítico y la cohesión social en un mundo cada vez más globalizado y diverso.
En la sociedad actual resulta cada vez más importante promover la coexistencia pacífica y el respeto entre las distintas comunidades religiosas. Una forma de lograrlo es incorporar asignaturas sobre cultura religiosa en la educación pública, no con fines proselitistas ni antirreligiosos, sino para fomentar el entendimiento intercultural y una ciudadanía informada.
Al explorar las creencias, valores y prácticas religiosas en un contexto educativo, los alumnos adquieren las herramientas necesarias para el entendimiento mutuo y el diálogo, vital en la formación de ciudadanos capaces de reconocer la diversidad promoviendo valores como la tolerancia, la comprensión mutua y el pensamiento crítico. Así, la incorporación de la educación religiosa en las escuelas públicas es un medio para promover la cohesión social y crear una sociedad más pacífica y respetuosa.
Por ello, entender las religiones no es un lujo académico sino una necesidad para navegar en un mundo interconectado donde aquellas siguen influyendo en decisiones políticas, relaciones internacionales, movimientos sociales e identidades culturales. Como afirma Amartya Sen, una educación que ignora las diferentes religiones y culturas está destinada a ser ciega frente a las realidades del mundo.
La educación, clave para formar ciudadanos libres, instruidos, con habilidades y valores más identidad cultural construyendo sociedades más inclusivas y cohesionadas respetando la dignidad humana, no puede eludir el vínculo entre religiones e historia de la humanidad. Su desconocimiento, afirma Diana Eck, fomenta desconfianzas, prejuicios, estereotipos y dificulta el diálogo, fundamentando Michael Oakeshott su inclusión en el sistema educativo por ser un medio para cultivar la comprensión y la racionalidad en un mundo complejo. Las religiones, como una de las fuerzas más influyentes en la historia humana, ofrece una lente poderosa para explorar preguntas axiológicas, existenciales e interacciones culturales.
Similarmente, Seymour Fox subraya que las currículas educativas deben preparar a los estudiantes para enfrentarse al pluralismo de manera informada y crítica. Enseñar religiones en la educación pública permite a los estudiantes comprender las propias y las de otros, fomentando el respeto y la empatía en un contexto multicultural. Tal como Jonathan Sacks argumenta, no se trata sólo de aceptar la diversidad sino de promover el diálogo y la cooperación, siendo el conocimiento mutuo el primer paso hacia el reconocimiento del “otro” como un igual en dignidad. Este entendimiento crítico y fundamentado de las religiones sirve como antídoto contra el extremismo ayudando a desmontar narrativas simplistas y exclusivistas que alimentan los conflictos.
Enseñar las diferencias doctrinarias pero también las convergencias como la sabiduría, la justicia, la solidaridad, la compasión y el respeto por el honor y la dignidad humana, según Hans Küng, sirve como base para un “ethos global” en la educación.
Suecia y Noruega, democracias de las más seculares del mundo, incluyen la enseñanza de religiones en sus currículas educativas. Bajo un enfoque reflexivo imparten religiones comparadas y ética, abordando aspectos históricos, culturales y filosóficos de diferentes credos, más cosmovisiones seculares y humanistas. Promoviendo el análisis de la influencia de las religiones en la cultura y la política el objetivo es fomentar el derecho a la libertad religiosa, el pensamiento crítico y la empatía cultural.
En el Reino Unido la enseñanza de religiones en escuelas públicas introduce a los estudiantes en una variedad de tradiciones desde temprana edad y bajo un enfoque comparativo y cultural, buscando fomentar el entendimiento mutuo, la reflexión ética y la cohesión social.
Canadá incluye en materias como historia y estudios sociales, unidades sobre religión y diversidad cultural conectándolas con sus manifestaciones en la vida cotidiana y las instituciones democráticas, destacando su impacto en la cultura y la sociedad. La currícula incluye el análisis de festividades religiosas, la influencia de la religión en los derechos humanos y el desarrollo social, promoviendo el respeto y la convivencia en una sociedad diversa.
En Finlandia, cuya educación pública incluye religión y ética, los estudiantes pueden elegir recibir clases sobre la propia o un curso más general sobre ética y religiones del mundo. Este equilibrio permite el respeto y el aprendizaje para la comprensión mutua. Dicho modelo, destacado por la UNESCO, promueve la cohesión social en contextos diversos, beneficiando a los estudiantes y a la sociedad en su conjunto. En un entorno globalizado y cada vez más interconectado, comprender las creencias y valores del otro se convierte en una habilidad esencial para resolver conflictos y construir un futuro con respeto y cooperación. Más, estos enfoques son respaldados por el Comité de Ministros del Consejo de Europa, cuyo informe Signposts: Policy and Practice for Teaching about Religions and Non-religious World Views in Intercultural Education (2014), recomienda que los sistemas educativos incluyan temáticas religiosas para construir un entorno más respetuoso y menos polarizado. Así, Rajeev Bhargava demuestra que enseñar sobre la diversidad religiosa ayuda a desarticular prejuicios y combatir el fanatismo, precisamente en democracias multiculturales que deben garantizar un equilibrio entre la uniformidad cívica y el respeto por las diferencias religiosas. Comprender las tradiciones del otro promueve interacciones más respetuosas y menos conflictivas, algo fundamental en sociedades globalizadas.
Incluso fuera de lo estrictamente cognitivo, tal como destaca Michael Rosenak, educar sobre religiones puede equipar a los estudiantes con herramientas prácticas para abordar dilemas éticos y culturales en un contexto global. Los principios religiosos enseñados de forma no dogmática ni proselitista enriquecen el debate sobre ética y moralidad, áreas claves en la formación de los ciudadanos.
Un programa sobre cultura religiosa podría incluir tópicos como historia de las religiones, analizando sus orígenes, textos sagrados, principios fundamentales y contribuciones culturales; ética comparada, analizando cómo las diferentes tradiciones abordan cuestiones axiológicas universales y trascendentes; religión y derechos humanos, reflexionando sobre cómo las religiones influyeron en la formulación de valores universales; religiones en la historia y la cultura, explorando su impacto en lo civilizatorio, el arte, la literatura, la política y la ciencia. Pudiendo adicionar el diálogo interreligioso con actividades que promuevan el respeto y la colaboración entre estudiantes de diferentes religiones, tal como debates y reflexiones sobre temas controvertidos relacionados con la religión y la sociedad, siempre guiados por principios de respeto y objetividad.
Un componente esencial para el éxito de estos programas es la formación adecuada del docente, tal como destacan John Hull y John Keast, capacitándolos para gestionar las temáticas de forma objetiva, académica y respetuosa, evitando sesgos y asegurando que el aula sea un espacio de aprendizaje y no de imposición religiosa ni de hostilidad o indiferencia contra las religiones. Para ello, debe asegurarse que el enfoque educativo sea informativo y no confesional ni anticonfesional, priorizando la comprensión cultural.
Incorporar estas materias en la educación pública no sólo refuerza los valores democráticos, sino también respalda el ejercicio pleno de la libertad religiosa en una sociedad plural.
Fuente: infobae.com