- La relación de los alumnos y profesores es esencial para el aprendizaje de conocimientos y valores
- Un reciente estudio ha revelado cuatro pilares que los maestros pueden trabajar para reforzar estas relaciones
No cabe duda de que la relación que se establece entre profesores y estudiantes dentro del aula es distinta a todas las demás relaciones humanas, como podrían ser la amistad, las relaciones parentales o las relaciones afectivas. Más allá de que pueda contener dosis de amistad o un vínculo de cuidado y afecto, la relación pedagógica es una relación especial, es la base para que se construya el aprendizaje. Si un estudiante se siente a gusto con su profesor o profesora, es más probable que quiera estar en la clase y que se esfuerce por aprender.
La relación pedagógica tiene que ver no sólo con el aprender conocimientos, sino también valores, maneras de ser y maneras de estar, juntos y en reciprocidad
También es evidente que los y las estudiantes se relacionan de distinta manera con cada uno de sus profesores. Con algunos se crean vínculos más estrechos, con otros puede haber un profundo respeto y, con otros, incluso pueden llevarse mal. Eso pasa porque la relación pedagógica es, ante todo, una relación personal. Pero ¿qué hace que un mismo grupo de alumnos se relacione con sus diversos profesores de manera distinta? En otras palabras, ¿qué factores influyen en la construcción de una relación pedagógica positiva?
Los resultados de una investigación empírica publicada recientemente contemplan la existencia de cuatro factores que influyen en ello: la corporeidad, la mirada, la palabra y las tecnologías digitales. Cuatro pilares que deberían estar muy presentes los maestros en formación de los Grados de Educación universitarios.
1. La corporeidad
Evidentemente, profesores y estudiantes están en relación a través de sus cuerpos. Las posturas de estos cuerpos comunican el deseo o la falta del mismo de estar en la clase. La actitud postural del profesor o profesora indica si está abierto o no a relacionarse con sus alumnos, si está dispuesto a escucharles. La puesta en escena del profesor, su manera de andar y de ocupar los espacios del aula e incluso la manera como se viste acaba por contribuir en la forma de relacionarse con el alumnado. Son elementos de la imagen personal que transmite mensajes más allá de las palabras.
2. La mirada
Las miradas intercambiadas en el contexto del aula revelan los vínculos establecidos entre los sujetos. La mirada atenta de un profesor o profesora hacia su alumnado es la manera con la que demuestra su preocupación por cada uno de ellos y ellas; es el seguimiento de su progreso y de sus necesidades. El alumnado se siente acompañado de su profesor cuando está siendo mirado, se siente cuidado. Por parte del alumnado, existen “miradas vivas” que revelan el deseo de estar en relación y “miradas ausentes” que indican indiferencia, una fuga hacia otro lugar. También está la “no mirada” por parte del alumnado hacia el profesorado que, en diversos momentos, evidencia la búsqueda de estar en un punto ciego, una zona de invisibilidad donde poder refugiarse para no ser molestado.
3. La palabra
La palabra también tiene total influencia en la relación pedagógica. Pero lo importante no es solo qué se dice, que tiene que ver con la elección de palabras, sino cómo se dice, con qué tono, con qué ritmo, con qué entonación. Y si hay palabras, la escucha y el respeto a la palabra de los demás es fundamental para la construcción de una relación plena. En este contexto, el silencio tiene tanta importancia como la palabra: los espacios en blanco en el sonido también son fundamentales.
4. Las tecnologías digitales
Finalmente, las tecnologías digitales constituyen el factor que posibilita una reinvención en la naturaleza de la relación pedagógica. La integración de las TIC en la enseñanza hace posible una manera de relacionarse que traspasa las fronteras del tiempo y del espacio escolar. Estudiantes que no participan tanto en clase, pueden encontrar en las tecnologías digitales una vía alternativa para construir una relación con sus profesores y compañeros. Sin embargo, a raíz de ello, resulta necesario contemplar algunos cambios en las “reglas del juego” que orienten los límites permeables del proceso de enseñanza-aprendizaje y de la misma relación entre los sujetos.
Pese a que toda relación pedagógica tiene su tiempo vital (un inicio y un final), el vínculo tejido entre profesorado y alumnado puede llegar a influir verdaderamente en la vida del joven, y hacer que esa relación sea eterna. Tener la suerte de encontrar en la vida un sólo profesor que deje huella ya es suficiente para hacer del paso por la escuela algo con sentido.
Fuente: lavanguardia.com
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