“Cuando los profesores de Religión vamos a dar clase, ¿vamos a transmitir contenidos o a presentar la verdad, el camino y la vida?”. Esta ha sido la pregunta con la que Xosé Manuel Domínguez Prieto, director del Instituto da Familia de Ourense, ha invitado a los docentes a preguntarse sobre qué están transmitiendo en las aulas durante su intervención en el foro de la Comisión para la Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal Española (CEE) sobre la asignatura de Religión.

Asimismo, ha subrayado que “las religiones son momentos de experiencia. No son ritos, no son ropajes celebrativos” y, por eso, es necesario reflexionar acerca de “cuáles son las experiencias que propongo a mis alumnos”. Por otra parte, ha aseverado en la importancia del acompañamiento desde la perspectiva individual. “El acompañamiento culmina con la toma de decisión, con el crecimiento por parte del alumno”, ha subrayado.

Por su parte, Ana Berástegui Pedro-Viejo, directora del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, ha reflexionado sobre la espiritualidad y la autonomía personal del niño. “La espiritualidad del niño son los modos de Dios de estar con el niño y el modo del niño de estar con Dios o con la trascendencia”, ha explicado.

Fomentar la espiritualidad

“Esto nos indica, en primer lugar, que no todo depende de nosotros”, ha apuntado, sino que “hay una relación entre dos, que nosotros sostenemos, pero no es la nuestra”. Además, la espiritualidad del niño “es algo interactivo, que está presente en todo niño, que es previa e independiente a la socialización religiosa”.

De esta manera, una de las posibles competencias a desarrollar en la clase de religión sería la capacidad del alumno de reconocer, explorar autónomamente y desarrollar su dimensión espiritual en cada momento de su vida. “Los adultos debemos estar listos para entablar una conversación con esta dimensión espiritual de los niños”, ha afirmado. Ante todo teniendo en cuenta que “la espiritualidad es una necesidad básica para acompañar, sobre todo, la adversidad”.

Josep Otón Catalán, del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB), ha apuntado que “a veces se plantea si la Religión es una intrusa en la escuela, donde se enseñan ciencias y humanidades, pero lo cierto es que las humanidades, sin la Religión, se quedan cojas”.

Asimismo, Otón ha reflexionado acerca de que “la interioridad debe estar abierta a la realidad, al otro y a la profundidad de uno mismo”. “La religión nos abre a esta dimensión: y nos ayuda a descubrir la realidad como creación, como don, como regalo. No algo sobre lo que se puede abusar, sino que es un regalo que cuidar”, ha expresado.

Profundizar en el pluralismo religioso

Por otro lado, la Religión ayuda a “entender al otro como alguien que me necesita y a quien acoger en mi interior”. Por último esta asignatura debe fomentar la capacidad de “abrirnos a la espiritualidad de reconocer en cada ser humano la presencia de Dios”.

Además, José Ramón Matito Fernández, de la Facultad de Educación de la Universidad Pontificia de Salamanca, ha reflexionado sobre  la relevancia y el significado teológicos de la diversidad religiosa, la cual no queda limitada al campo de la teología académica, sino que su problemática alcanza también los ámbitos de la pastoral y de la educación.

Por este motivo, Matito ha defendido que la enseñanza de Religión en la escuela debe contemplar la realidad del pluralismo religioso si pretende aspirar a dotar de las competencias y valores necesarios en la sociedad actual desde la asignatura de religión: espiritualidad, diálogo, tolerancia, respeto, empatía, compromiso y solidaridad.

Una experiencia espiritual

Por último, Javier Cortés Soriano profesor de Religión Católica y ex presidente de SM, ha subrayado que “cualquier reconsideración del currículo debería partir de un acercamiento a la realidad social y cultural que estamos viviendo estando muy atentos a lo que en este momento vital pueda estar surgiendo como nuevas sensibilidades”. 

“No olvidemos que el objetivo de la fe es alcanzar con una palabra de salvación la realidad humana de cada momento”, ha aseverado. Y es que “difícilmente estableceremos un buen diálogo fe-cultura si no conectamos con la vivencia cultural del presente”.

Frente a esta realidad emergente, Cortés considera que “las grandes intuiciones del documento del 79 siguen vigentes”, por lo que ha llamado a afrontar “el acercamiento a nuestra cultura y al momento pedagógico y educativo que vivimos desde aquellos ejes vertebradores y seremos capaces de ofrecer un auténtico servicio a nuestros alumnos y alumnas”.

Fuente: vidanuevadigital.com

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